En la mañana, camino a la oficina vi salir del Banco Edwards a un hombre de unos 60 años, vestido de huaso con todos sus aperos y puchas que me dio gusto!

Me gustan las Fiestas Patrias, en realidad me gustaría vivir las fiestas patrias mas seguido; escuchar más cuecas, ver gente con traje de huasa, comer más pebre, ver los adornos “del 18”, etc.

Cuando llega septiembre comienzo a recordar las Fiestas Patrias anteriores y sobretodo como las vivía cuando era chica. El día antes del típico acto de Fiestas Patrias del colegio, mi mamá llegaba con las ballerinas blancas, con esa típica bolsita escocesa del “Depósito de Medias” que esta en Anibal Pinto, unas cintas rojas para mi pelo, que compraba en “Carmencita”.

Mi abuela hacía los último arreglos en mi vestido y almidonaba mi “falso”. Mi tía sacaba de un cajón una bolsita donde estaban sus trenzas, para unirlas a mi corto pelo y así tener una apariencia mas campesina.

Yo mientras pasaba todo eso, bailaba en la cocina, con una falda vieja sobre el uniforme, pero no bailaba sola, lo hacía en los pies del Pirincho y cuando venía el coro de la polka que bailábamos juntos, llegaba a flamear mi falda de tantas veloces vueltas…

“rosas y claveles ,son las flores de mi amor…
margaritas y azucenas, las de más fragante olor
rosas y claveles, son bonitas por demás
bonitas pues señores, del jardín de la verdad…”

“yo tengo un aromo , dalias y alelí
Lindos pensamientos magnolia y tulipán…”

Al otro día en la mañana debía ir al colegio y estrenar toda mi traje. Todavía puedo recordar ese aire frío de la mañana de septiembre en mis rodillas con las delgadas ballerinas, la dureza del falso almidonado y el olor a género nuevo de mi vestido de huasita china. También recuerdo como me dolía la cabeza con lo tirante de mi peinado para que no aparecieran mis rebeldes rizos.

En las casas era evidente la cocción de pino de empanadas, la calle donde estaba mi casa olía cebolla.

Partía al colegio de la mano de mi papá, donde sus largas piernas de ex atleta daban un paso que significaban 2 saltitos míos, pero el lo hacía con cuidado, para que no ensuciara mis zapatos de charol rojo, que el me había comprado con tanto amor, ese amor que yo, con mi condición de “hija menor a la fuerza” pude disfrutar.

Ya en el colegio, él saludaba a la Tía Irma sacándose educadamente el sombrero, y ella con su sonrisa y grandes dientes lo saludaba. La Tía me decía “ que linda te ves Karlita”!!! y yo escondía la mirada de vergüenza.

Ahí estaban en la sala las típicas apoderadas, que son dueñas de casa y que van a “ayudar” a cuanta convivencia hay en los colegios (en realidad lo digo con sana envidia, en ocasiones me gustaría ser una de ellas).

Como a las diez y media comenzaba el acto y tenía que prepararme porque yo iba a actuar en el grupo folcklórico, entonces buscaba rápidamente al tío Mario, junto a la Lory, mi amiga de la infancia, y nos preparábamos con nuestro pañuelos para salir a bailar cuanta cosa habíamos aprendido para ese acto.

En el público, sagradamente estaba mi padre, con su gorro en las piernas y frotando sus ásperas manos. Me miraba con emoción y siempre se le caían sus lagrimones, los que enjugaba con ese arrugado pañuelo.

Para mi las Fiestas Patrias eres tú Papá, tu cocina a leña, las figuritas de yeso que me ganaba en la tómbola de las ramadas, las patadas que le dábamos a la lata del “culle” pa’ ganarnos una botella que jamás tomarías, los remolinos y volantines al viento, el desfile al que me acompañabas, los aplausos que me dabas cuando bailaba, las carcajadas que te sacamos con el Pirincho y nuestras locuras en la cocina y por supuesto los “tesoros”, como tú le llamabas, que recogíamos después de que terminaban las ramadas en el estadio.

Yo creo que por eso amo tanto las Fiestas Patrias, porque en cada cosa estás tú, Papi Guillermo.

Viva Chile mier!!!!