De Jumper

septiembre 05, 2006


Segunda semana de clases y recién resigné a que debería estar en ese liceo durante cuatro largos años, así es que comencé a observar quien podría ser mi amiga, para alivianar lo que según yo, era una tortura!. Ahí descubrí a muchas de las que hoy todavía conservo como grandes amigas. Dos de ellas me han acompañado siempre, y yo he tratado de hacer lo mismo

Recuerdo que la Orientadora visitó los primeros medios dando la bienvenida, y en un momento preguntó que quienes querían “estar acá”. En un ataque de honestidad y con mi delantal a cuadrillé azul, ya que me rehusé a usar blanco, levante mi blanca y chueca mano para decir “yo no”, ganándome de paso la “simpatía” de por lo menos la mitad de mi curso.

Fue un shock desde el primer minuto. Mi mamá me fue a dejar antes de irse al trabajo, y yo la acompañaba con un uniforme impecable; jumper azul, calcetas y blazer. Salí avergonzada de mi casa, ya que no tenía corbata, así es que llegando al liceo, la compré y me la puse inmediatamente para no estar “fuera de tono”. Pero mi impresión vino después cuando vi. entrar al resto del alumnado y descubrí que con corbata o no, estaba fuera de tono. Ellas con kilos de maquillaje, chasquillas que parecían parabólicas, colets de mil colores, y las calcetas a los tobillos, ah! Y por supuesto cualquier cosa que no pareciera uniforme, y yo con suerte me sabía encrespar las pestañas y había luchado con la “laca rosada” pero mi rizado pelo ganó la batalla.

Lo único que hice fue mirar a mi mamá que tenía cara de espanto y le dije mentalmente “donde cresta me metiste?!!!”.

En la primera semana no hablé ni en mi casa ni en el colegio. Hasta que en la segunda semana comencé a mirar a mis compañeras. De lo poquito que era de mi onda, conocí a Pamela Gatica que era de Penco, una gordita de grandes ojos verdes, simpática y extrovertida, Lissette Sanfuente, una mina relajada, medio hippie y tenía un ojo verde y otro café!, dos amigas la Teresa (wachacatere, pa nosotras) y la Jessica Paola, nunca me junté muchos con ellas, pero eran de esas minas de pobla con ropa a la moda preocupada de que pololito las vendría a buscar. Mariana, tenía un pelo negro liso perfecto!, calmada y de buenas notas, siempre con cosas de marca y preocupada de que la goma blanca de sus zapatos kickers se oscureciera luego.

En la sala de al lado (las conocimos por la Pame) estaba la Karen, que también vivía en Penco, toda correcta, jamás se la vio despeinada o con la corbata chueca y siempre con su bolsito en la mano, estaba también la Cato (Catherine) que tenía un voz bien rara y una flaca, morena de trenzas, buena pa la risa y que vendía chocolates a $5 en una bolsita, era la Caro. Todas ellas con harto más carrete que yo, que iba a la casita de mis amigos a jugar todavía!. Con ellas me fumé mis primeros cigarros, mis primeros copetes (los de la playa son los mas recordados), y me echaron rimel en mis pestañitas.

Cuando caché que ya no había vuelta y que no me iba a cambiar de colegio, me fui a inscribir a Gimnasia Rítmica, para darle un gusto dulce a mi paso por el liceo. Ahí conocí a Elena , Marcela y Leslie. Las cuatro éramos todo el equipo del liceo!, yo no lo podía creer. Claro! Después me lo expliqué cuando caché que la audición de Porristas para Coca Cola Barras, ahí estaba todas las demás.

En Gimnasia rítmica era un mundo aparte, nos encerrábamos en el gimnasio con la Pame, nuestra profe, y era una desconexión total. Para nosotras era banal estar en las barras, muy pop! Y después me odiaron cuando limité en los “dos bandos”.

A fines de marzo le pedí a mi mamá que me comprara un sweater con cuello redondo, que tapara la corbata, de pura prejuiciosa!. De a poco fui cambiando mi rigurosa apariencia y cambié mis pinches por el pelo corto, el jumper por pantalones y el blazer, por una enorme parka azul. Parecía hombre, y algunas compañeras se me acercaban a preguntarme si tenía un hermano mayor que les presentara!

Ahora miro hacia atrás y pienso que fueron unos años hermosos, donde viví miles de cosas bellas, conocí gente maravillosa y aprendí que gente no quiero conocer. Y una de las cosas más importantes…si no fuera por ese liceo que tanto odié en un principio, no sabría algunas cosas que hoy me sirven para ganarme los porotos honestamente.

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